viernes, 3 de octubre de 2008

TURBULENCIA COLORIDA

Quiero volar sin despegar. Sé necesito irme pero quiero quedarme. No importa que por momentos sea daltónico y no diferencie el naranja, azul, celeste, tricolor, marmoteado, etc. De todos modos, no percibo un perfil claro, ni una definición marcada sobre qué o quién me depara. Creo que proyectarse, o mejor dicho proyectarme es una de mis armas más potentes de autodestrucción. Volar no es una sana costumbre, pero yo la he perfeccionado. Por mi peso actual no sería extraño que me cataloguen como un Boeing, cuyo piloto automático anda averiado y su jefe de tripulación, dormido. Dicha combinación significaría una caída libre segura, pero por turbinas díscolas y la rebeldía del viento, aun no me estrello.
No sé si la valentía se medirá al saltar en paracaídas y librarse, o al mantenerse hasta el último esfuerzo pese a que el fuselaje se encuentra ya algo chamuscado. Tal vez la deriva no sea tal y valga la pena la incertidumbre, el miedo y demás dolores de cabeza que alguna vez fueron risas, extravios provocados y un sin número de miradas expresivas.
Desde mi cabina, solo se observa humo, y nubes a montón que acuchillan las ventanas por las que veo las estrellas y aun a lo lejos, el arcoris aquel que desafía tiburones. No hay plumillas en los parabrisas que pugnen con la distorsión que genera la velocidad con la que viajo. Ya es algo tarde para pensar en un destino cierto, solo vale decidir si es propicio seguir o correr. Aunque tal vez seguir sea correr. Sea lo que sea, pasará. Sin tener en cuenta que tengo grabado el arcoiris pero no muy claro qué diferencia al naranja del azul o celeste. Entonces me es difícil imaginar una princesa azul, celeste o una princesa de zapatos de cristal. No es necesario jugarle triquiñuelas a mi cabeza cuando en ella la idea es clara. No hay que imaginar lo conocido, ni inventar un perfil existente. Diseñar uno nuevo equivale a saltar en paracaídas y dejar mi fuselaje chamuscado, pero mío al fin y al cabo.
No ser un adicto de las formas geometricas curvas descarta tal exigencia para sentarse al mando de mi tripulación y virar el rumbo del Boeing donde ella quisiera. Bastará áquella sonrisa que por ser de ella lo es, mientras para mi, las del resto son solo muecas dentadas de mal gusto. Como no me gusta el clima gélido, y como me crispa ver el color del pollo congelado de Wong, descarto tripulantes de ese tipo. Me declaro encadilado por el color capulí:La piel se percibe cálida.
Hoy hubo frío, no hay calefacción en un avión golpeado , tampoco se sirve almuerzo. Igual no quise comer. No tengo hambre, estoy lleno...de tristeza.

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